La fotografía en la experiencia latinoamericana

fotografía ligada a la práctica artística tiene relativamente resuelto- provoca que su condición de documento sea superada desplazando su cualidad nominal a una situación que podría transformar la determinante tradición que tiene en Latinoamérica y liberarse de esta manera de la connotación de marginalidad que se ha confundido muchas veces con identidad. La voluntad de superar la marginalidad con vistas a lo global ha supuesto que la fotografía documental desarrolle y aplique recursos que resultan evidentes en la estetización del documento visual y supere el terreno de lo mediático, los discursos prosaicos de los medios masivos de comunicación y el escaso mercado y difusión locales. 

Sin embargo, este desplazamiento provoca su inscripción en un terreno difuso y débil dificultando igualmente su acceso a los beneficios que otorgan las iniciativas estatales para hacer crecer las industrias culturales; en este sentido, la producción documental actual tendría su relevancia a partir de la resignificación del estatuto meramente documental, es decir, su compromiso con lo real para de esta manera relacionarse con el medio cultural más que con la realidad documentada (Del Río, 2008). 

Distinta es la condición de la fotografía ligada a las artes visuales que con una historia crítica de alcances más amplios, se desenvuelve más fácilmente en los requerimientos de los mercados del arte, que evidentemente tienen interés por Latinoamérica, pero que aún la consideran y la tratan como alternativa de mercados marginales (García Canclini, 2002).




Un segundo punto, que se desprende del anterior sobre la evidente adaptación de la fotografía local a los nuevos tiempos, es la elaboración y el levantamiento de discursos teóricos disciplinarios de alcances globales y no locales que hablan de fotografía y que contienen muchas veces las forzadas referencias para generar producción local; no solo los teóricos la piensan sino también los fotógrafos a través de ellos, que encontrarían en estos discursos una solución de sentido. 

El autor es además: creador, productor, difusor, crítico y ensayista de su obra. La fotografía se asume como una creación de discursos visuales, que desde los estudios culturales se plantea como un producto cultural mientras que desde los discursos estéticos se expresa como una producción con la posibilidad de adjuntarse al arte y al discurrir en el competitivo mundo de las artes visuales. Ambos discursos buscan entender a la fotografía como un medio que ha entrado de lleno en la globalización, transversal y altamente adecuado para hablar de otras cosas, extendiendo su definición a las definiciones globales y compitiendo con otros países que se encuentran en inmejorable situación para difundirla.

De esta forma se genera una compleja relación entre discurso y obra que dispone el ejercicio fotográfico a representaciones e interpretaciones muchas veces conceptuales y particularmente a la fotografía documental, a una función y uso imprecisos. De alguna manera, hoy la fotografía como discurso visual queda dependiendo de los discursos teóricos que se elaboren, participando de un acuerdo discursivo de los lenguajes, contenidos y sentidos de esta producción simbólica, que al incorporarlos desfigura la función histórica que ha tenido la fotografía en Latinoamérica. La pregunta por la necesidad de la fotografía quedaría suspendida, pero abierta.

desplazamiento provoca su inscripción en un terreno difuso y débil dificultando igualmente su acceso a los beneficios que otorgan las iniciativas estatales para hacer crecer las industrias culturales; en este sentido, la producción documental actual tendría su relevancia a partir de la resignificación del estatuto meramente documental, es decir, su compromiso con lo real para de esta manera relacionarse con el medio cultural más que con la realidad documentada (Del Río, 2008). Distinta es la condición de la fotografía ligada a las artes visuales que con una historia crítica de alcances más amplios, se desenvuelve más fácilmente en los requerimientos de los mercados del arte, que evidentemente tienen interés por Latinoamérica, pero que aún la consideran y la tratan como alternativa de mercados marginales (García Canclini, 2002).




Un segundo punto, que se desprende del anterior sobre la evidente adaptación de la fotografía local a los nuevos tiempos, es la elaboración y el levantamiento de discursos teóricos disciplinarios de alcances globales y no locales que hablan de fotografía y que contienen muchas veces las forzadas referencias para generar producción local; no solo los teóricos la piensan sino también los fotógrafos a través de ellos, que encontrarían en estos discursos una solución de sentido. 

El autor es además: creador, productor, difusor, crítico y ensayista de su obra. La fotografía se asume como una creación de discursos visuales, que desde los estudios culturales se plantea como un producto cultural mientras que desde los discursos estéticos se expresa como una producción con la posibilidad de adjuntarse al arte y al discurrir en el competitivo mundo de las artes visuales. Ambos discursos buscan entender a la fotografía como un medio que ha entrado de lleno en la globalización, transversal y altamente adecuado para hablar de otras cosas, extendiendo su definición a las definiciones globales y compitiendo con otros países que se encuentran en inmejorable situación para difundirla.


La imagen fotográfica y su referente, ¿en qué orden se están dando hoy ? ¿La identificación del problema teórico primero y su abordaje desde la fotografía después, o la creación, producción y experiencias (experimentación) en fotografía antes y luego la interpretación discursiva del referente?

Sería adecuado que las respuestas posibles a estas interrogantes surjan desde el territorio común latinoamericano, desde la academia y desde la práctica; desde los valores culturales y los sistemas simbólicos, relativizados hoy por la actualidad global. Desarrollo global, visualidad y discurso podrían ser concluyentes, si son en su conjunto coherentes desde el centro histórico que aún se desea conservar.
niciativas estatales para hacer crecer las industrias culturales; en este sentido, la producción documental actual tendría su relevancia a partir de la resignificación del estatuto meramente documental, es decir, su compromiso con lo real para de esta manera relacionarse con el medio cultural más que con la realidad documentada (Del Río, 2008). 


Distinta es la condición de la fotografía ligada a las artes visuales que con una historia crítica de alcances más amplios, se desenvuelve más fácilmente en los requerimientos de los mercados del arte, que evidentemente tienen interés por Latinoamérica, pero que aún la consideran y la tratan como alternativa de mercados marginales (García Canclini, 2002).


Un segundo punto, que se desprende del anterior sobre la evidente adaptación de la fotografía local a los nuevos tiempos, es la elaboración y el levantamiento de discursos teóricos disciplinarios de alcances globales y no locales que hablan de fotografía y que contienen muchas veces las forzadas referencias para generar producción local; no solo los teóricos la piensan sino también los fotógrafos a través de ellos, que encontrarían en estos discursos una solución de sentido. El autor es además: creador, productor, difusor, crítico y ensayista de su obra. 



La fotografía se asume como una creación de discursos visuales, que desde los estudios culturales se plantea como un producto cultural mientras que desde los discursos estéticos se expresa como una producción con la posibilidad de adjuntarse al arte y al discurrir en el competitivo mundo de las artes visuales. Ambos discursos buscan entender a la fotografía como un medio que ha entrado de lleno en la globalización, transversal y altamente adecuado para hablar de otras cosas, extendiendo su definición a las definiciones globales y compitiendo con otros países que se encuentran en inmejorable situación para difundirla.