En otro lugar he sugerido que la pantalla-tamiz del esquema
lacaniano se ha llenado e hipertrofiado tras el desplazamiento desde el arte
hasta la imagen-espectáculo de la «trampa para la mirada», según la definición
lacaniana del arte. Esa pantalla, que hacía posible el señuelo, era la pantalla
de negociación entre el objeto y el sujeto, entre la mirada y el ojo.
En la
imagen-espectáculo, podemos decir, la pantalla se ha opacado y llenado de
señuelos, tanto que apenas deja traslucir siquiera que tras ella hay algo de
Real, que tras ella está la mirada.
Si volvemos a las prácticas analizadas por Foster en "El
retorno de lo real y las confrontamos con las que llamamos
antivisuales", podríamos decir que ambas constituyen dos modos de acercamiento a
lo Real, una por exceso y otra por defecto. Podríamos hablar de «realismo
traumático» y «realismo apofático», dos intentos de vaciar esa pantalla-tamiz
lacaniana para los que se utilizan dos estrategias extremas: anorexia y
bulimia, defecto y exceso de visión; nunca el equilibrio del señuelo.
Estrategias que actúan a la manera de un diurético, adelgazando la pantalla
para llegar a lo Real.
Quizá el mejor modo de entender la dialéctica que se produce
entre lo traumático y lo apofático, entre ver demasiado y ver apenas nada, sea
posicionar ambas actitudes en una banda de Moebius, esa superficie continua en
la que interior y exterior se confunden y lo que estaba en un lado acaba en el
lado contrario y viceversa. La banda se constituye en torno a un centro ausente
que se bordea por arriba y por abajo.
Anorexia y bulimia girarían, pues,
alrededor del punto ciego de lo Real. Y es que, como sostiene Recalcati, lo
vacío y lo sobrante son caras diferentes de la misma moneda, y «en el corazón
de todo, se desvela la nada: la imposibilidad para el sujeto de reencontrar en
el objeto la Cosa» ( Clínica del vacío. Anorexias, dependencias,
psicosis , Madrid, Síntesis, 2003).
En cierto modo, se podría argumentar también que ambas
estrategias diuréticas son producto de la misma patología que sufre el sujeto
contemporáneo: la ceguera histérica , una ceguera por haber
visto la escena primordial, el vacío esencial. Ante dicha escena, ante la
evidencia de que tras el señuelo no hay nada –y ante la ausencia del propio
señuelo–, se pierde el equilibrio, el arte se tambalea... y ya nunca más podrá
ver –ni ser visto– igual que antes. Esa escena primordial es siempre demasiado
traumática. Ante ella el sujeto siempre llega demasiado pronto o demasiado
tarde.
Anorexia / escopofobia ; bulimia / escopofilia .
Tras el tambaleamiento de la pantalla ante la contemplación del vacío, tiene
lugar un corrimiento, un dramático deslizamiento: del lado del objeto ( escopofobia -desaparición-anorexia),
o del lado del sujeto ( escopofilia -presencia
obscena-bulimia). Y la pantalla, que siempre había estado fija en el
pensamiento de Lacan, se «nomadiza», se «moviliza», deja de estar quieta y se
desplaza desde el centro hacia la x, en un vaivén mareante, sujeto-mirada,
mirada-sujeto, como un tonel sin amarre en un barco un día de marejada.
Ante un fondo de imágenes, ante el equilibrio y la
transparencia, ya sólo nos vale el desequilibrio de lo visual, la inestabilidad
de lo apenas visible o lo demasiado visible. La decepción de la mirada. Lo infra
y lo supra. La sombra y la sobra. La oscuridad y el resto. La so(m)bra.
Desaparecer o vomitar.
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