El arte según Esther Mateo

El arte ha servido para contar la historia y costumbres de los pueblos, así como para fines sociales. Lo que no se realiza de una manera “artística” es susceptible de no ser considerado valioso; por tanto, puede abandonarse y consecuentemente perderse con  la posibilidad de servir a la memoria de los pueblos y a la creación de un sentido social por medio del arte.

Los artistas hacen un llamado al público, difícil de eludir. Se ha organizado un conjunto de acciones, como la gran exposición, conferencias, conciertos, performances y obras de teatro que nos obligan a tomar conciencia sobre una realidad desesperante e injusta, que se perpetúa.

La exposición resalta un hecho: el arte ha servido a los medios para denunciar, y debe ser un propósito no sólo de una minoría sino una empresa común de gran envergadura. Si puede parecer una moda, una disculpa el escoger estos temas, se debe a la herencia que nos acostumbró al arte en función del mismo arte.
Por medio de manifestaciones  como fotografía, video y cine, la realidad del destierro en Colombia y en otros lugares del mundo  se levanta frente nosotros con ímpetu. Comunican detalles en los que no habíamos pensado.




A través de los detalles más insignificantes se amplía nuestro conocimiento y personalización de las tragedias. Éste nos involucra y al estar involucrados nace el deseo de actuar.
El fotógrafo Jesús Abad sus fotografías, tal vez la obra más contundente cuya veracidad es evidente, nos obligan a sentir compasión, a compartir la angustia del destierro, la tragedia de las pérdidas afectivas y materiales y la incertidumbre frente al futuro. Allí vemos nuestra historia revelada por un ojo valiente, elegante y justo, pues nunca exagera, ni minimiza los acontecimientos; nos muestra las cosas como son.



La serie de fotografías de Ruanda, del fotógrafo Jonathan Torgovnik, cuenta sobre el lugar de la mujer en los conflictos políticos: junto con los niños, ellas son las dolientes principales. Se enfoca en la historia común de todas las mujeres sobrevivientes al conflicto político-social: ver asesinado al marido, muchas veces torturado, ser despojadas de las pertenencias, de la tierra, y ser violadas sin tregua, muchas veces hasta la muerte, con la condena irónica de procrear hijos, y la incertidumbre sobre si será posible amarlos. Lo punzante es que más tarde estos niños se convierten, en muchos casos, en la salvación, pues son la única ayuda para enfrentar la vida. Es una contradicción dolorosa, que hace llorar.

"La imaginación humana y la capacidad de sobrevivir con felicidad se reflejan en un video, Bocas de Ceniza, de Juan Manuel Echavarría, en el que cada persona filmada va cantando su tragedia".