Para poder dar
una valoración al arte actual, tenemos que ser conscientes del mundo
en guerra en el que vivimos. Vivimos en un mundo en el que la realidad está en
crisis, sin valores estables.
El arte se ha convertido en
una actividad separada de la vida, su desaparición implica
la desaparición de las causas que determinaron su necesidad para el
hombre, y puede significar la incautación humana de la Naturaleza.
El arte, como dice Carpani en
su libro Arte y militancia, dicta que el arte tiene que ser un
estilo de vida y acción, exterior al hombre y a su vida cotidiana. Para que la
vida se transforme en arte de vivir, el arte debe perderse y reencontrarse con
la vida.
Tampoco podemos olvidar la
gran carga que lleva el arte de servir de evasión. El tema de la huida de la
realidad aparece constantemente en la literatura y arte actual. Es el tema del
abandono de una sociedad que se considera catastrófica, para alcanzar un
supuesto estado de ser puro o desnudo. Todo el que haya leído alguna vez algún
libro, por ejemplo, de Hemingway, lo ha podido comprobar. La historia no tiene
sentido, las narraciones consisten en una serie de incidentes aparentemente sin
importancia ni contenido, que ocurren al margen de lo que realmente mueve el
mundo; al mismo tiempo, este al margen, este más allá se considera la única
existencia real.
Un arte que ignore
vanidosamente las necesidades de las masas y se alabe de ser comprendido. La
cultura debe ser un hecho colectivo, inmerso en la vida cotidiana y que se
expresa en estilos de vida, modos de pensar y actuar. Cuando el artista
descubre realidades nuevas, no lo hace solo para él, lo hace también para
los demás, para todos los que quieren saber en qué mundo viven, de donde
vienen y a dónde vamos.