El arte frente a las decepciones institucionales

No es "contra el arte" como debemos pensar la decepción institucional que presenciamos en nuestro pensamiento emergente. Pensar de esta manera implica, como lo hace John Zerzan, contemplar al arte como fruto de un "deseo insatisfecho" Visto desde el "contra" nos sumergimos en la muerte del pensamiento para mostrarnos como una "era hastiada y deprimida”.

El arte es, para este autor, una manifestación fallida de ciertas insatisfacciones humanas. Nunca será el paralelo de la naturaleza sino tan sólo el deseo del hombre enfermo cuya realidad no le satisface. Este punto de vista se repite con la aparición de las vanguardias. Ellas fueron rupturas irrupciones, pero también estancamientos y propulsoras de una ideología muy relacionada con la modernidad y su decadencia (la industrialización, el consumismo, etcétera).


 Si bien es verdad que la "estatización" del arte posmoderno ha degenerado en manifestaciones autonombradas como arte (cuestión que impulsó el arte pop), ello no quiere decir que todo arte sea tan sólo "una esfera digna de compasión" es de autenticidad, donde los ojos del pensar deben posarse instantáneamente, vale la pena correr el riesgo de equivocarse para encontrar un destello de vitalidad en la esfera del pensamiento teórico.

Las vanguardias expresaron nuevos paradigmas para comprender el mundo moderno. Su repentina irrupción produjo importantes cambios a nivel reflexivo. Ortega y Gasset crea un concepto ("la deshumanización del arte"), que traduce los nuevos sentidos por comprender:

"El expresionismo, el cubismo, etcétera, han sido en varia medida, intentos de verificar esta resolución en la dirección radical del arte. De pintar las cosas se ha pasado a pintar las ideas: el artista se ha cegado para el mundo exterior y ha vuelto la pupila hacia los paisajes internos subjetivos"




El "arte intrascendente" que Ortega observaba desde las vanguardias es el preámbulo de lo que en nuestra actualidad denominamos "estetización". El pensamiento sepulta, mediante sus conceptos, la posible formulación de preguntas en torno a un universo que, de antemano, se encuentra fuera de la esfera de la crítica. El pensamiento expresa su propia intrascendencia y la impotencia teórica ante el marasmo de los acontecimientos de los que es testigo. Las vanguardias, irrupción y queja primera ante los síntomas de la modernidad, se desmoronan mediante su propia trasgresión. Un halo decadente es previsto por artistas y teóricos del arte. Más que asistir al derrocamiento del objeto, hay un desgano espiritual que Kandinsky expresa de la siguiente forma:


Los períodos en que el arte no tiene un representante de altura, en que falta el pan transfigurado, son períodos de decadencia en el mundo espiritual. Las almas caen constantemente de secciones superiores a otras inferiores y todo el triángulo parece estar detenido. Parece moverse hacia abajo y hacia atrás. En estos tiempos mudos y ciegos, los hombres dan una importancia exclusiva al éxito externo, se preocupan sólo de los bienes materiales y celebran como una gran proeza el progreso técnico que sólo sirve y sólo puede servir al cuerpo. Las fuerzas puramente espirituales son subestimadas en el mejor de los casos, o simplemente pasadas por alto .


Es gracias a esta desestima de las condiciones de la actualidad vanguardista, como el pensamiento sobre el arte del siglo XX origina una serie de cuestionamientos sobre sí mismo, que culmina en la formación de una escritura autocrítica. Gracias a ésta, las condiciones de una emergente posibilidad siguen abriendo nuevos cauces al pensamiento. La posmodernidad concentró todas sus fuerzas en trabajar con la obra de arte y no a partir de la misma.